Poema de Fina García Marruz, La Habana, Cuba

A LOS HEROES DE LA RESISTENCIA
(En el llano, en las ciudades: a todos los que fueron mártires.)

 

Dios mío, tú no les darás a los que padecieron atrozmente

por la justicia, a los enterrados vivos,

a los que les sacaron los ojos o les arrancaron

los testículos, a los amenazados

en lo más vulnerable, la mujer o los hijos,

tú no les darás la gloria efímera de un nombre

que se repite vagamente en las conmemoraciones patrias,

un día que sirve para que vayan a las playas

o el estudiante se reúna con su novia,

tú no pondrás su retrato a la puerta del taller

o le pondrás su nombre a alguna escuela,

tú no les darás esos premios hermosos,

pero sin duda definitivamente insuficientes,

un estandarte glorioso que mueve a las muchedumbres

a los nuevos heroísmos necesarios,

pues esto, con ser tanto, todavía es tan poco

para la irreprimible exigencia del corazón,

y todavía sería quedar en deuda con ellos,

pues la justicia de amor ha de ser otra,

la que desea la esposa para el esposo,

el amigo para el amigo,

el hermano para la hermana,

la madre para el hijo,

tú le darás lo único capaz de saciar la exigencia más alta

y nada menor que esto,

llegará la hora de la infinita dulzura no correspondida,

del amor mil veces defraudado,

lo que espera vagamente en el rostro de toda adolescente,

la hora del encendido amor, la hora

de la que dijo el poeta: los mutilados de las guerras

que volverán sanos a sus hogares,

será el consuelo profundo, el que sorprende revelando

hasta qué punto no habíamos sido antes consolados,

la hora que llene el vacío del satisfecho y el vacío

del insatisfecho, la hora de la dicha

que siempre esperó el corazón,

porque en el momento de la agonía

no pudo ser consuelo suficiente saber que no sería en vano,

ni todas esas frases del ejemplo que no muere

y de que el héroe no ha muerto,

porque el héroe se muere y se muere siempre solo

porque tuvo que haber un instante de absoluta soledad,

agonía del cuerpo y agonía del espíritu,

un instante al cual nada tenían que ofrecer

la historia ni los partidos,

instante sacro del por qué me has abandonado,

pero ese instante, Dios mío, tú no lo olvidarás,

el Amor no puede olvidar al amor,

el Amado a la amada,

tú uno a uno guardaste sus pasos, no esconderás su rostro,

tú lo harás reclinar junto a tu pecho el día del regreso,

a la muerte de los héroes

tú no la conmemorarás con un día de duelo

sino con la eternidad de la alegría,

no les darás la bienaventuranza que ofreciste a los puros

y es que ellos verían a Dios en su pureza,

ni la de los pacíficos, a quienes prometiste

que ellos poseerían la tierra,

ni la de los que lloran de los que dijiste

que ellos serían consolados,

sino la más alta bienaventuranza, la última,

la promesa: pero bienaventurados

los que padecieron por la justicia

porque de ellos es el reino de los cielos.

 

 

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