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Texto escogido de PARTE II: AFRICA. Capítulo 20.- Los jefes de Cartago

 

Los grupos ilegales que dominan el bajo mundo de Cartago son tres: uno integrado principalmente por godos, que incluye algunos romanos y es dirigido por Cabreón, el que fuera jefe de la guardia privada del conde Bonifacio. Uno africano, predominantemente berebere, liderado por Bgayet, y otro casi exclusivamente alano, dirigido por Pandial.

Bgayet, originario de Numidia, fue esclavo de un terrateniente romano residenciado en Cirta, casado con Julia, una hermosa joven siciliana que después de algunos años en Cirta se vio obligada a dar paso a la torrencial pasión que sintió por el esclavo desde el día que pisó esa hermosa ciudad dispuesta en la cima de enormes acantilados calcáreos.

El romance, descubierto pocos días después que la siciliana interrumpiera la siesta del bereber, condujo al asesinato del terrateniente y a la fuga de los amantes, quienes encontraron refugio en Cartago gracias a la ayuda de Ariadna, amiga de infancia de Julia, ahora regenta del Diosa Coelestis, uno de los principales centros de diversión de la famosa calle del mismo nombre.

El segundo de Bgayet en la organización berebere es el moro Quartus, que tan violenta e inesperada resistencia puso a Genserico cuando el rey intentó entrar a Hipona adelantándose a Bonifacio. Quartus salió de esa ciudad poco antes de su caída, acompañando a Bonifacio.

De Pandial cabe mencionar que su padre pertenecía al contingente alano dirigido por Goar que se pasó a los romanos cuando cruzaron el Rin junto a los vándalos la noche del primer día de enero del año 407, cuando él era solo un niño.

Estos hombres fuertes que manejan Cartago, los únicos que podrían organizar una defensa de la ciudad, discrepan en la estrategia a adoptar ante la amenaza vándala.

El parecer de Pandial es que la mayoría de los soldados alanos destacados en Cartago consideran a Genserico el rey de todos los alanos, se sienten identificados con él e incluso se diría que están orgullosos de tener un rey famoso, temido e invencible.

Además observan que Genserico, a pesar de ser vándalo y talvez porque es hijo de alana, ha sabido equilibrar entre alanos y vándalos las responsabilidades y beneficios políticos que procura su gobierno. Ha sido un verdadero rey de los alanos.

Por todo lo expuesto considera que poca será la resistencia efectiva que los soldados alanos ofrecerán a un ataque de Genserico.

Bgayet, el berebere, para asombro de todos expresa una posición similar: Genserico tiene gran respaldo entre los guerreros y esclavos africanos que viven en Cartago.

Ello se debe a que el rey vándalo ha golpeado muy especialmente a los terratenientes romanos, a quienes los bereberes odian a muerte porque se han apoderado de sus tierras y de sus mujeres y les han brindado maltrato y discriminación. La administración romana ha reservado para ellos los peores trabajos. Y también dentro de la jerarquía militar las oportunidades han sido escasas.

Aunque a esa altura de las conversaciones ya todo parece dicho, Bgayet prosigue:

—El rey, además de golpear a los romanos, ha honrado a numerosos guerreros bereberes entregándoles los rangos, beneficios y prebendas que otorga a sus más destacados jefes alanos y vándalos.

Y después de un momento agrega:

—Cuando Genserico designó a Sergius como jefe máximo de su flota y de todos sus piratas, terminó de ganarse a nuestra gente. Y ello aunque Sergius no sea del Magreb como la mayoría de nosotros. Jamás nuestro pueblo habría imaginado que uno de ellos llegaría a dirigir la armada más poderosa de la tierra.

Pandial expresa que los alanos también están resentidos con los romanos por la discriminación étnica de que son objeto. Los discriminan y desprecian a pesar que los alanos son mayoría entre los defensores de Cartago y ocupan cargos de importancia en las altas esferas políticas de Bizancio. Para los romanos, todos los pueblos que los rodean, sean aliados o enemigos son bárbaros, o bereberes, que significa lo mismo. Y socialmente los tratan como si fuesen de una clase inferior.

Cabreón, que ha vivido en carne propia el sitio de catorce meses que sufrió Hipona, aunque considera que el rey es el mejor y más valiente guerrero que haya conocido, es partidario de enfrentarlo. Sugiere darle de su propia medicina: prepararle una sorpresa y caer sobre él cuando llegue confiando que no encontrará resistencia.

Pandial hace ver que Genserico es líder de un pueblo pequeño rodeado de enemigos más numerosos, por lo que evita dar batallas, de modo que, si intentan enfrentarlo, el vándalo evitará el combate y aumentará la presión sobre la ciudad.

—Justamente porque son pocos podemos y debemos enfrentarlos —alega Cabreón—. Si perdemos la primera batalla, regresamos a la ciudad. Y, una vez sitiados, saldremos mil veces, siempre por sorpresa, hasta terminar con su gente. Podemos poner en armas a más de cien mil hombres. Ellos, en cambio, escasamente suman veinte mil.

 

 

 

     



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