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Texto escogido de PARTE II: AFRICA. Capítulo 35. La princesa Velsiria

(Párrafo que relata cuando Teodorico, rey visigodo, es invitado a unirse a Roma para enfrentar a Atila)........

Cuando Teodorico está por perder nuevamente la razón, ahora desquiciado por la impotencia a que lo condena la falta de embarcaciones, Aecio le propone un trato: si lo ayuda a detener a Atila en las Galias, Roma se compromete a que cruzarán juntos el mar y pondrán fin al reino vándalo.

Antes de aceptar la oferta del magíster militum, Teodorico analiza durante algunos días la posibilidad de unirse a los hunos contra Roma y terminar con un imperio que promete mucho, pide demasiado y nada tiene para dar.

Finalmente opta por jugarse contra Atila.

Es verdad que el huno está invicto desde que, muerto su hermano Bleda, es único rey de su pueblo. Pero si los hunos se apoderan de las Galias, Teodorico tendrá un vecino demasiado poderoso. Por otra parte solo Roma tiene la flota y los conocimientos náuticos para cruzar el mar y vengarse de Genserico.

Nada conseguirá aliándose a un pueblo como el suyo que, cuando recorre las praderas a lomos de un caballo se siente amo y señor del mundo. Pero que, a orillas del mar, cuando ve que las flechas que dispara hacia el horizonte apenas caen a sus pies, comprende que esa inmensa hoja de acero azul, capaz de fundirse con el cielo, reflejar lo que ve, destruir lo que se construye en su orilla y tragarse hombres, bestias y embarcaciones es una inmensa y poderosa pradera, viva y rugiente. En su interior, junto a los peces, nadan enormes monstruos insaciables y feroces.

Visigodos y hunos por igual, incapaces de construir y cabalgar las naves que se atreven a perderse en él, deben limitarse a escuchar las historias que se cuentan acerca de las riquezas, campos y ciudades que existen alrededor del mar y también en medio de él.

Maldice una y mil veces al cojo bastardo que desfiguró a su hija, que conquistó el mar y que con cuatro bandidos compra y vende lo que quiere. Mata y roba cuando quiere. Es dueño y señor del Imperio. No conoce Dios ni ley.

—Maldito seas —masculla—. Hoy es Atila. Juro que mañana serás tú.

 

 

 

     



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