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El Hacker
Darío Varela
. 14.11.2015

Juan, 26, jugador de basketbol, hacker recién contratado por el Banco Santander para trabajar en seguridad informática, maneja lentamente su antiguo automovil desde Concón hacia Viña del Mar por la avenida que bordea el océano Pacífico.

Su plan es regresar a Santiago esa tarde y proponer matrimonio a Lucía, diez años mayor que él. Mantienen relaciones  hace algunos meses. Ella quiere tener un hijo. El, abrazarla, empuñar su cabello, morderla levemente, empaparse en ella día y noche.

Se detiene tras un automovil accidentado en el que una joven sin edad para manejar, pero con un cuerpo que ya se lo quisiera cualquier actriz, ha levantado el capot y se asoma al misterio absoluto del motor detenido. 

Juan, que mucho sabe de motores porque su vehículo se lo exige y poco de los motivos que lo empujan a acercarse a la chica, detiene su coche y se acerca lentamente a ella disfrutando de la belleza y elegancia de la muchacha.

Le ofrece ayuda y tras algunos minutos informa a la joven que un vehículo tan sofisticado no enciende sin alta tecnología. Deseando que cualquiera de ellos quede a no menos de 100 kms de ahí, le ofrece llevarla a su domicilio o al concesionario Audi mas cercano.

Javiera, que así se llama la joven, le dice que no, que prefiere pedir ayuda por el teléfono móvil y esperar. Juan acepta la derrota con un sonrisa. Le ofrece acompañarla. Conversan algunos minutos. Ella muy alegre y llena de anécdotas. El, escasos monosílabos, miradas al horizonte, el mar, las gaviotas, los ojos de Javiera y su maravillosa sonrisa. Empieza a llover. Conversan mientras la lluvia los gotea, los moja, los empapa, los baña.

Nadie viene en auxilio de Javiera. Juan le insiste en llevarla. Ella acepta. Pronto van camino al Cerro Castillo, donde ella vive. Juan propone tomar un café. Conversando, casi sin darse cuenta llegan a Valparaiso y se detienen en el Café Riquet, por un café y un sandwich. El, chacarero en frica con mucho aji verde. Ella, que ha desconectado el movil, ave palta en miga. Luego otro café y tostadas con mantequilla y mermelada de damasco. Cuando el Riquet cierra, Juan le sugiere dejarla en casa. Ella, que parece no vivir del todo en este mundo, repara en cuan tarde es, en la preocupación de sus padres y le dice que sí, que la lleve a casa pues estarán preguntándose por ella, que jamás ha desaparecido por tanto tiempo.

Durante el lento camino de regreso ella vuelve a contarle mil historias y disfruta de la música del equipo de sonido del viejo automóvil. Ya en el Cerro  Castillo se detienen a contemplar la vista de la ciudad y el puerto. Luego siguen hasta la puerta de la casa de Javiera y, visto que ella no termina de bajarse del auto, Juan detiene el motor y se consagra a escucharla. Ella ríe y conversa todavía una hora mas. Juan, que aún debe regresar a Santiago sin haber hecho nada de lo que lo trajo a Viña del Mar, se dice que esa pequeña criatura arrobadora es demasiado atractiva, por lo que aventura una carta de éxito poco probable. Entonces le dice que si al cabo de 30 minutos ella todavía no se ha bajado del carro, la secuestrará.

Justo treinta minutos despues Juan enciende el viejo el automovil y arranca preguntándose donde conseguir un buen motel en las cercanías. Al final opta por volver a Valparaiso y entrar en un motel en la salida de esa ciudad a Santiago.

Desde que Juan arrancó el automovil, Javiera no dijo una palabra ni volvió a esgrimir su dulce encantadora sonrisa. Tampoco protestó ni Juan pudo observar, mientras manejaba, algun gesto de contrariedad en el rostro de ella, lo que le sorprendía porque varios detalles le inducían a pensar que Javiera no tiene experiencia amorosa alguna.

Tan pronto abandonaron la autopista para tomar la via de entrada al Motel, un reluciente Audi 8 negro, último modelo se cruzó delante de ellos. Juan apenas pudo evitar chocarlo. Del Audi bajó un sujeto alto, corpulento, 45 años, elegante traje oscuro y cabello entrecano que se acercó a la puerta de Javiera y cogiéndola del brazo la bajó del coche.

Javiera murmuró “papa”, dejó su puerta abierta y desapareció dentro del Audi 8. El sujeto miró largamente a Juan antes de subir al Audi. Luego se perdió en la noche a gran velocidad. 

Juan tomó rumbo a Santiago. De Javiera solo sabe donde vive y que tiene 17 o quizas 16.

Al día siguiente comenzó a trabajar en el banco Santander

Semanas mas tarde, un sábado en la mañana, Juan fue a jugar basquet a la Casa del Deporte, en Viña, al costado del Estadio Sausalito. La prensa local lo habia mostrado como el primer chileno que probablemente llegaria a la NBA.

Ya por al subir al bus que traería a todo su equipo de vuelta a Santiago, Javiera interrumpió su andar.  Juan la saludó confundido y solo atinó a subirse al bus. Ella caminó al costado del bus detenido mientras Juan llegó hasta su asiento. Ella le hablaba desde fuera con la ventana del bus cerrada. Juan, que no escuchaba nada, finalmente abrió la ventana con la sensación de cometer un error fatal.

Minutos despues Juan y Javiera iban a Santiago en el Audi blanco de la chica. Almorzaron entre risas en un sencillo restorán de Bellavista. A las cinco de la tarde entraron en el departamento de Juan. El día siguiente lo pasaron en la playa de Cachagua. Juan le pidió que lo dejara en Viña. No aceptó que ella lo llevara de regreso a Santiago. Le preocupaba que volviera sola tan tarde por la autopista y tambien la recepción que su padre le daria en casa ya que, ella confesó, era primera vez que se quedaba fuera de casa sin avisar, primera vez que pasaba la noche con un hombre, primera vez cada asombro y sensación que vivió. Y ya decía querer, la muy desquiciada, tener un hijo de Juan, ser madre muy joven, poder salir con su hijo a bailar y divertirse cuando ella aún se sintiera joven y atractiva.

Juan, en el bus de regreso, se sentia mareado. Que chica tan sencilla, natural e  ingénua. Seguía sin saber nada de ella. Ni cuántos hermanos, ni cómo es su madre, ni su telefono, aunque seguro ella ya tendría el suyo pues en la playa lo tomó, le pidió la clave y lo revisó sin gesto ni comentario. Solo esa mirada transparente y la maravillosa sonrisa. Agrega a ello el ruido del mar, jugar en las olas, oir musica echados en la arena. Devastador.

Pasó un mes sin saber de ella hasta que un viernes en la tarde apareció. Había venido a Santiago en bus y hasta el apartamente de Juan, en taxi. Dejó el carro en el estacionamiento de la Universidad y bajó de Playa Ancha con sus amigas esperando que ningun hombre de su padre la siguiera.

El Sábado subieron a Farellones en su viejo automóvil con enorme equipo de sonido. Elvis, Louis Armstrong, Sinatra, Fredy Mercury. Nada muy del gusto de Javiera. A Juan lo conmueven los cantantes. La voz, el canto, la trompeta y la sencillez de Satchmo. Daría lo que fuera por haberlo conocido. Por haber estado en un rincón de cualquier café donde oirlo tocar, cantar y, sobre todo, reir con él. La idea era regresar en la tarde a Santiago, pero sin mucho trabajo ella lo convenció y se quedaron en el Hotel de Valle Nevado con cargo a la negra tarjeta de crédito de papá. 

El no se atrevió a preguntarle en qué habia terminado su aventura el mes pasado cuando desapareció con él por primera vez, porque no quería saber del padre de ella, que le parecía un sujeto conocido, probablemente un empresario de esos que son portada de periódico o revista. Le pareció un tipo despreciable. A veces se preguntaba si sus dotes de hacker tenían algo que ver con su capacidad de descubrir a las personas no con solo mirarlas, pero sí tras observar algunos ademanes, el modo de hablar y caminar, la mirada. El tipo le daba escalofríos. 

El domingo, pese a sus protestas, Juan la dejó temprano en el terminal desde donde salen los buses hacia Viña. Cuando se despidieron, él sintió un cansancio desconocido. Un peso dulce y fatal. La maldita falta de algo. Esa sensación de haber contraido un enfermedad que todavia no se manifiesta del todo pero que sin duda se lleva.

Semanas despues, un martes, por primera vez recibio una llamada de Javiera. Está en Santiago y quiere verlo. Le contestó breve que solo puede salir una hora a las 1330. Ella le dijo estar en un café frente a la entrada de las oficinas de J.P.Morgan y que lo esperará ahí, sí, ahí mismo las tres horas que aun faltan para las 1330.

Almorzaron en el propio café para aprovechar la hora y media de la que Juan dispone para hacerlo. Ella solo quiso agua y un sandwich de ave palta en miga que no hizo ademan alguno de probar. Cuando Juan le preguntó “Qué pasa que no comes, tú, que eres tan buen diente” ella sin apartar los ojos de los suyos, como cazando el mas minimo detalle, sin disimular una preocupada alegría, le dijo estar embarazada.

El hacker no reaccionó. La miraba sin decir palabra. Había dejado de comer. Javiera rompió a llorar sin saber por qué. Juan le tomó una mano y le dijo ¨Que loca eres… cómo puedes ser tan salvaje… A mí me encanta la idea de que tengas un hijo mio pero… ¿has pensado qué dirá tu padre, qué hará  cuando se dé cuenta de tu embarazo.”
Ella apretando su mano pregunto vacilante “¿Seguro que te encanta la idea?”
Juan asintió sonriendo. A pesar de una gran preocupación, se sentia dichoso. Imaginaba una muchachita igual a Javiera. Ojalá fuera identica. Exactamente la misma sonrisa y esos ojos imposibles de silenciar.
Luego de un rato Javiera dijo “Cuando se dé cuenta?... Nada de eso. Se lo dire hoy tan pronto llegue a Viña”
Terminado el plazo para almorzar, Juan regresó al Santander y ella tomó el Metro hasta Pajaritos, donde pasan buses a Viña del Mar.

Fernando Cruzat, su padre, el de la eterna cara de poker, el del juego escondido bajo mil capas, el de las frías órdenes crueles, el de las cuentas exactas, casi adivinadas, abandonó de un un salto la enorme mesa donde cenaban el matrimonio y su única hija y recorrió una y otra vez, agitadamente, el largo comedor. Cada vez mas rojo, casi negro, parecía pronto a explotar. De pronto dio paso a sus palabras: “Qué imbecil… Cómo puedes ser tan estúpida… No comprendes nada…”

Después, dirigiéndose a la madre, dijo: “Angélica, haste cargo, llévala a que aborte”.

Cuando Javiera dijo que ninguna fuerza en el mundo podria hacerla abortar y que ante cualquier presión en ese sentido se iria de casa, el padre volvio a caminar agitadamente y recuperó el color rojo creciente camino a negro muerte.

Muchos pasos despues volvió a hablar: “¿Y qué piensas hacer?¿Casarte con ese muerto de hambre? Tendrá que ser en la cárcel, porque lo meteré preso por perversion de menores.”

Y luego de varios minutos de silencio agregó: “Si quieres tener ese hijo tendrás que casarte con  Benjamín Elizondo antes de que se entere que estás embarazada… Hijo único, como tú, de una gran fortuna, me ha dicho que sueña con que seas su esposa y que tan pronto cumplas 18 años te propondrá matrimonio. Sé  que estará dispuesto a casarse mañana contigo. Esto solo adelanta el plan que yo tenía para tí.” 
   
Javiera que ya tenía bastante con lo que habia oído, le dijo desafiante: “Ve tú lo que haces. Yo solo sé que tendré mi hijo porque mi mayor sueño, mi deseo acariciado cada vez que cierro los ojos es tener un hijo de Juan, inteligente, precioso, callado, varonil, alegre, atlético. Tan maravilloso como él.”

Un par de días después, el padre le confirmó que Benjamin estaría encantado de casarse con ella, que veía con entusiasmo la posibilidad de administrar un dia el patrimonio de ambas familias y entretanto aprender de la experiencia de Fernando, que vendría el sábado a cenar y conocer de boca de ella su disposición al matrimonio, a convenir la fecha de la ceremonia y el viaje de luna de miel. Su sueño era tomarse tres meses para dar la vuelta al mundo en avion, deteniéndose en cada ciudad que ella quisiera conocer.

El Sábado llegó demasiado pronto, de modo que sin haber ordenado aun sus ideas ella se limitó a asentir a todo y a decir que la luna de miel tendría que ser mas adelate durante las vacaciones de la Universidad. Fernando se veía más tranquilo. Angélica planificaba fascinada qué modisto contratar para ella y su hija y qué banquetero hacer cargo de la fiesta en la mas bella mansion de Viña del Mar, con la mejor vista que ofrece el Cerro Castillo, hacia la playa del Miramar y hacia Recreo y Valparaíso.

Obligada a observar mejor a Benjamín, Javiera concluyó que es atractivo, un poquito viejo para su gusto, le calculaba 35 años, muy educado y, para su sorpresa, simpático y divertido.

Al dia siguiente Javiera estudió la informacion disponible en la web acerca de Benjamin y sus empresas. El lunes temprano llamó a la oficina de éste, en Santiago. Convinieron desayunar el Jueves a las 0900 en el Sheraton San Francisco, que, segun él, es cálido y mas reservado para conversar. El chofer de Benjamín será el encargado de recogerla y llevarla a Santiago donde ella planeaba quedarse todo el día.

El desayuno estuvo perfecto: higos, frambuesas, exquisitos panes, perfecto café.
Benjamín no perdió la compostura ni siquiera cuando Javiera le dijo estar embarazada. Despues de un largo silencio y más convencido que nunca de que ella es la mujer de su vida, él le dijo que ese hijo no sería obstáculo para el matrimonio y le juró que lo amará como si fuera suyo.

Javiera, que esperaba en ese desayuno poner término definitivo al proyecto de su matrimonio con Benjamin, se encontró cada vez mas enredada en los planes de su padre. Cómo decirle a ese señor, tan elegante, distinguido, atractivo y mesurado, dueño de la mitad del país, que ella jamás de casará con él porque ama a Juan, que tiene o tal vez alquila un departamento de un dormitorio cuya sala está llena de computadores  a medio armar o desarmar que no entiende para qué le pueden servir a un basquetbolista a quien apenas conoce aunque le parece conocerlo desde siempre, haber nacido para él.

No supo decirle definitivamente que no, de modo que cuando se separaron el matrimonio quedó en situacion indefinida porque él no se atrevió a precisarla y ella, a decirle que por nada en el mundo se casaría con él ni con nadie excepto Juan.

El chofer de Benjamin la dejó en el cafe frente a la oficina de Banco Santander. Ahí ella esperó tres horas a Juan. Pasaron la tarde juntos. Ella no mencionó su matrimonio con Benjamín.

Esa tarde el Fiscal de la PDI, maxima autoridad jurídica de la Policia de Investigaciones, llamó a Fernando para informarle quién es el amante de su hija.

En Chile, el Fiscal de cualquier institucion del estado tiene más atribuciones que la máxima autoridad de esa institucion, de modo que si bien la máxima autoridad, normalmente el Director, aparece como el responsable de lo que ocurre, es el Fiscal quien maneja los hilos e implementa, si lo estima conveniente, las decisiones de su jefe.
Esto es resultado de que en Chile los parlamentarios reciben las leyes ya redactadas por los abogados de los grupos de poder, y las aprueban sin leerlas, lo que permite a los abogados dejar en manos de sus colegas, los Fiscales, los instrumentos de poder de cada institución que se crea. No es que los parlamentarios no sepan leer. Es que son extremadamente sensibles. Simplemente no pueden leer porque se les anegan los ojos pensando en el dinero que recibirán tan pronto la ley sea sancionada. Dinero y reelección, para seguir cobrando, es todo lo que suelen pensar.

El Fiscal explicó a Fernando que el amor de su hija es Juan Linares López, 26 años, tal vez el mejor basquetbolista del país, desde hace poco empleado de banco en el área informática.

Fernando solo quiso saber en cuántas horas podrían detenerlo por perversión de menores, puesto que Javiera solo tiene dieciseis años. Gutierrez, le hizo ver que en Chile el consentimiento heterosexual es a partir de los 16 años, de modo que por ese lado poco es lo que se puede hacer. 

Fernando fue escueto: “lo quiero detenido antes de una semana por un delito que le signifique al menos 5 años de cárcel.”

Gutierez quiso explicarle las dificultades de lo que pedía pero Fernando lo interrumpió diciendole: “Mira, Gutierrez. Tú sabes que conmigo para conseguir un mejor precio no necesitas exagerar el trabajo a realizar. Pon las condiciones y haz lo que te pido.”

Gutierrez insistió: “Don Fernando: el joven en cuestion tiene antecedents penales…”.

Lo interrumpieron las groserías de Fernando quien exclamaba fuera de sí que ahora resulta que su hija, que no quiere abortar, ha sido embarazada por un delincuente.

Se lo menciono, don Fernando, prosiguió el fiscal sin dar importancia a la furia de su interlocutor, porque Ud debe sopesar la conveniencia se enemistarse con el joven Linares Lopez.

Fernando lo volvio a interrumpir. ¿Qué puede temer un hombre como yo de un basquetbolista con antecedentes penales?… “¿O es que además se trata de un asesino? Preguntó, finalmente.

No, Don Fernando. Hoy Linares Lopez es empleado de seguridad de Banco Santander. Seguridad informática. Antes fue condenado por haber hackeado instituciones del gobierno para ayudar a organizaciones ciudadanas

No entiendo un carajo, dice Fernando. ¿Es un Robin Hood? ¿Un asesino? ¿Un idealista?... ¿Qué coño es? Sea claro por favor y digame qué puedo temer yo de ese insignificante pendejo.

Entiéndame, don Fernando… Linares es hacker… Fue condenado por acceder a información confidencial de gobierno y entregarla a sus amigos, con quienes parece no haber tenido vinculación alguna mas alla de una simple amistad. Como buen hacker, parece haber actuado por diversion, por demostrarse a si mismo de lo que es capaz. Por la atracción del peligro. Luego llegó a un acuerdo con la justicia, aceptó una pena menor y se comprometió a usar sus destrezas en beneficio de la sociedad. Ahí aparece el Santander, que se interesa en incorporarlo a su equipo de expertos en seguridad y guerrilla informática.

Muy romantico. Imagino que eso habrá seducido a mi hija. Pero a mí no me va ni me viene.

En alguna medida debe considerarlo, don Fernando, porque si Ud. lo mete preso el querrá vengarse, lo que significa que Ud correrá el riesgo de ser meticulosamente hackeado.

Fernando insistió. Hacker o no, lo quiero preso ya. No tengo nada que esconder

El Fiscal alcanzo a decir piénselo bien don Fernando, aunque no supo si su interlocutor pudo escuchar esa ultima advertencia

Dos semanas despues, regresando a casa, Juan chocó contra un radio patrullas de Carabineros. Nunca supo de donde salió ese carro. Su alcoholemia dio positiva porque justamente esa tarde celebraron el cumpleaños de un nuevo integrante del equipo de basquetbol y, para sorpresa de todos, hubo licor en abundancia. 

A pesar de los esfuerzos de su abogado, la fiscalia consiguió que en menos de una semana Juan fuera  condenado a 5 años efectivos de cárcel, pena que comenzó a cumplir de inmediato.

En casa de Javiera no se habló mas de Juan. Nunca existió el autor de su embarazo. Tampoco se comentó nada del famoso basquetbolista que la televisión mostró siendo juzgado y, días despues, ingresando a prisión.

Benjamin tampoco tocó con Fernando el tema del embarazo de Javiera, aunque tenía la certeza de que había convenido entregarle su hija en matrimonio para resolver el problema que el embarazo de Javiera representaba.

Benjamín se preguntaba que razón inducía a Javiera a no abortar.

Javiera visitaba a Juan en la cárcel cada domingo. Al principio se le veia bien, incluso contento porque ingresó justo cuando comenzaba un campeonato de basquetbol entre los internos, que duró cuatro semanas y que hizo que fuera bien recibido por sus compañeros de prision. Despues Juan se fue poniendo huraño y triste. Y mucho más cuando vio en la prensa el matrimonio de Benjamín Elizondo con la hija única de Fernando Cruzat. Entonces no quiso volver a verla. Al despedirse le dijo: Además, nada sacamos con vernos. Tarde o temprano mataré a tu padre porque esto que me ha hecho no tiene perdón. Y tú no querrás sentir mis manos manchadas de su sangre.

Javiera creyó desfallecer cuando escuchó esas palabras. Temió perder el bebé que lleva en el vientre. No le contestó. No supo qué más decir. Sabía que Juan ya no diría palabra. Casi una hora despues, tan pronto tuvo fuerzas para hacerlo, se puso de pié solo para observar que no tenia fuerzas para irse del lado de Juan. Volvió a sentarse. Rato despues él se puso de pie y se retiró. Los guardias la invitaron a salir. 

Antinanco Curinao, 44 años, capo narcotraficante condenado a perpetua, callado, bajo y robusto, siempre rodeado de varios prisioneros, es la imagen de la tranquilidad que el poderoso goza en la cárcel. No se le acercan, lo tratan con respeto, solo abre la boca es para decir un chascarro ocasionalmente bueno que sus acólitos celebran como si siempre fueran divertidos.

Cuando fueron por él y le dijeron que Curinao quiere verlo Juan temió lo peor. Es maricón, se dijo, y ahora me toca satisfacerlo. Cómo quisiera tener a Fernando entre mis manos para estrangularlo lentamente una y otra vez, durante días, sin dejarlo morir. Torturarlo aunque sea un día por cada mes que he pasado aqui.

Para su sorpresa, cuando lo invitó a pasear por el patio, solos, aparte de todos, Curinao le pareció un empresario lento y cuidadoso, que solo habla de negocios. Lo quería para recuperar unos dineros que le han quitado y ojalá para determinar quién de los suyos ahora está con quien y cómo hicieron para quedarse con los fondos que mantenía en algunas cuentas.

Cuando Juan le dijo y cómo voy a poder ayudarlo a Ud. que dicen que es tan poderoso, Antinanco lo miró condescendiente y autoritario: No te hagas el huevon, carajito. Tú sabes lo que quiero que hagas.

Días despues Juan era asistente del bibliotecario de la cárcel. Apenas llevaba una semana en su puesto cuando le cambiaron el computador por uno que reunía todas las caracteristicas que le habia dicho a Curinao que considera necesarias.

Juan empleó las siguientes dos semanas en imaginarse que no estaba preso. El computador le permitia hacer todo lo que durante noches enteras solía hacer en casa. Destinaba las horas de ejercicio a recuperar su basquetbal. Ensayaba mil tiros de tres puntos y mil fintas de dos puntos.

Curinao se hizo cada vez mas cercano a Juan. Almorzaban juntos. Ya nadie se acercaba al joven. Ni siquiera los gendarmes.

Tras casi un mes de compartir con él, Curinao le entregó los datos de las cuentas desde las que habían sacado su dinero. Juan pudo ver cuándo había salido el dinero desaparecido, a qué cuentas llegó, de qué empresas eran esas cuentas receptoras, quiénes estaban tras las organizaciones y fundaciones propietarias de esas empresas.

Crecidos, los dineros volvieron a la cuentas de Curinao. Juan le demostró que los habia traspasado completos. Curinao le cedio una de sus cuentas y le ordenó dejar en ella un 10% del total recuperado. Juan cambió las claves y por un momento se sintió dueño del mundo. Despues recordó a Javiera, el pije Elizondo, su hijo que no conocerá, esas malditas paredes que no lo dejan volar.

Cuando se jugaron en Santiago las eliminatorias del mundial de basquetbal, sacaban a Juan de la cárcel para ponerlo de titular en cada partido. Chile iba bien al extremo que su clasificacion al mundial, dependería de ganar a Argentina la final sudamericana a la que Chile llegaba por primera vez despues de varias décadas. Estaban empatados despues del tercer cuarto. Juan fue unos segundos al baño, desde donde los hombres de Curinao lo sacaron del estadio, de Santiago y del país. La afición sospechó que algunos argentinos lo habrían secuestrado para impedirle jugar el último cuarto de la final. Días despues, Gendarmeria comprendió que su preso se había fugado y que mal puede importar el deporte a un hombre privado de libertad.

Primero llevaron a  Juan a un campamento mapuche en el sur de Argentina. Luego comprendieron que ahí, por su estatura y aspecto llamaba demasiado la atención.

En Cali, Colombia, con nueva identidad, se vio obligado a abandonar el basquetbal. Tras comprobar durante meses que los hombres de Curinao no lo molestaban ni le pedían nada, invirtió en un pequeño banco que hizo crecer lentamente.

En las noches, hackeaba las empresas, los bancos y los correos de Fernando Cruzat y de cada unos de sus amigos y socios comerciales, hasta que pudo dibujar hasta el último detalle del entramado de empresas a traves de las que Fernando controlaba las grandes organizaciones financieras, industriales y mineras en las que tenía intereses.

También hackeaba a Javiera, cada día mas bella. Pasaba horas en Facebook mirando las fotos de Cristina, aparentemente la única hija de Javiera.

Despues de las primeras denuncias, Fernando comenzó a ser titular en los periódicos. El distinguido empresario cayó en desgracia. Los medios decían que en cuestion de días estaria preso. Su abogado le decía que estuviera tranquilo, que en Chile eso nunca le ha ocurrido a un poderoso.

Pero las cosas iban de mal en peor porque cuando todo parecía encausarse y estar bajo control, aparecian mas filtraciones, nuevos delitos, otras platas negras en bancos blancos de países de selva, sol y lluvia, mar verde esmeralda y playas doradas.

Para sorpresa de todos  Fernando llegó a estar una semana en la cárcel, tiempo que fue suficiente para que los hombres de Curinao lo sacaran de ese oprobio y lo exportaran a Cali, directo a las catacumbas que esperaban por él en los sótanos que Juan había hecho contruir en su casa.

Entonces lo estranguló pocas veces cada día, con sus manos, con cuerda, en el balde de agua. Y lo fue dejando morir de hambre y sed. Una vez muerto, lo enterró bajo el piso del sótano.

Javiera, que al menos imaginaba que Juan algo tendría que ver con la desaparición de su padre, creó un correo electronico para Juan y comenzó a escribirle en la esperazna de que éste la hackeara y leyera sus cartas, lo que en efecto ocurrió poco despues de la muerte de Fernando, cuando Juan comprendió que, cumplida su venganza, el banco ya no era suficiente para hacer de su vida algo interesante, algo que pudiera apasionarlo.

Juan se decía que el mayor error que podría cometer en su vida sería contactar a Javiera y exponer con ello los cimientos de su escondida identidad.
Lo tenía del todo claro. Sabía que eso era algo que no haría jamas. Que solo un imbécil sería tan torpe para hacerlo. Que en el mundo hay que separar a los mil desconocidos que cometieron uno o más crímenes perfectos, de los cientos de miles de imbéciles que se dejaron descubrir por las mas diversas y estúpidas razones.  

Cuando finalmente Javiera viajó con Cristina a Cali, Benjamín no la siguió personalmente porque tenia varios compromisos que se lo impedian, pero sus hombres no le perdieron huella y pronto tuvo el placer de ver cuán pequeños eran el banco, la casa y la hacienda de Juan y cuan inocente Javiera, al pensar que podría desaparecer sin dejar rastro.

Sin entrar en detalles morbosos Juan le confirmó a Javiera que él personalmente habia matado a su padre porque jamas podría perdonar los agravios que por culpa suya sufrió en la cárcel.

Javiera sintió que esa muerte pondría un muro infranqueable entre ellos. Lloró algunos dias en casa de Juan, lo perdonó y se quedó a vivir el idilio que siempre soñó, hasta que apareció la Policia Internacional con una orden de extradición que condujo a Juan de vuelta a prisión en Chile.

Javiera regresó a Chile a vivir en una hermoso apartamento que Juan le compró.

Semanas después, mientras lo sacaba de prisión, el abogado de Fernando, le decía a Juan: Ya ve Ud. que en Chile jamás, nunca, por ningún motivo, un rico pasa muchos días en la cárcel. Eso no es para ellos.

 

Antonio García V. (a) Darío Varela