Anexo
1 al libro "DEMOCRACIA POLÍTICA Y ECONÓMICA
y la Vía Chilena al Socialismo"
por Antonio García Varela,
Junio 2011.
CARTA
DE EDUARDO MIÑO, INMOLADO ANTE EL PALACIO DE LAGOS.
El 30 de Noviembre de 2001,
Eduardo se prendió fuego y con ello se quitó
la vida a las puertas de La Moneda, desesperado por la indiferencia
y el cinismo de la autoridad ante las consecuencias del uso
del Asbesto y ante el abandono que padecen quienes solo consiguen
puertas cerradas.
Esta es la carta que dejó
ese día:
"A la opinión
pública:
Mi nombre es Eduardo
Miño Pérez, C.I. 6.449.449-K Stgo. Militante
del Partido Comunista. Soy miembro de la Asociación
Chilena de Víctimas del Asbesto.
Esta agrupación
reúne a más de 500 personas que están
enfermas y muriéndose de asbestosis. Participan las
viudas de los obreros de la industria Pizarreño, las
esposas y los hijos que también están enfermos,
solamente por vivir en la población aledaña
en la industria.
Ya han muerto más
de 300 personas de mesotelioma pleural que es el cáncer
producido por aspirar asbesto.
Hago esta suprema protesta
denunciado:
1.- A la industria Pizarreño
y su holding internacional, por no haber protegido a sus trabajadores
y sus familias del veneno del asbesto.
2.- A la Mutual de Seguridad
por maltratar a los trabajadores enfermos y engañarlos
en cuanto a su salud.
3.- A los médicos
de la Mutual por ponerse de parte de la empresa Pizarreño
y mentirle a los trabajadores, no declarándoles su
enfermedad..
4.- A los organismos
de gobierno por no ejercer su responsabilidad fiscalizadora
y ayudar a las víctimas.
Esta forma de protesta,
última y terrible, la hago en plena condición
física y mental, como una forma de dejar en la conciencia
de los culpables el peso de sus culpas criminales.
Esta inmolación
digna y consecuente la hago extensiva también contra:
Los grandes empresarios
que son culpables del drama de la cesantía que se traduce
en impotencia, hambre y desesperación para miles de
chilenos.
Contra la guerra imperialista
que masacra a miles de víctimas pobres e inocentes
para incrementar las ganancias de la industria armamentista
y crear la dictadura global.
Contra la globalización
imperialista hegemonizada por Estados Unidos.
Contra el ataque prepotente,
artero y cobarde contra la sede del Partido Comunista de Chile.
Mi alma que desborda
humanidad, ya no soporta tanta injusticia.
Eduardo Miño".
El entonces Presidente de
Chile, Ricardo Lagos, para quitar fuerza política al
desesperado acto de Miño, lo catalogó de “un
loquito”.
Comunista o liberal, no es
lo relevante.
Lo esencial es que Eduardo
es un oprimido consciente de que, por encima de todas las
carencias, cuenta con la inmensa fortuna que representan su
vida y su coraje.
Es un “hombre rebelde”,
al decir de Albert Camus. El que dice “no”. El
que, cualesquiera que sean los riesgos, se levanta con un
“basta”.
Eduardo piensa en su miserable
cuerpo enfermo, única arma que le queda.
A pesar de las apariencias,
de esa fragilidad, de ser ese cuerpo “hasta tal punto
nada y hasta tal punto nadie”, para decirlo en palabras
de Pirandello (*1), es suficiente para emprender “la
tarea del héroe”(*2) : hacer de la vida un ejemplo
para las generaciones de hoy y siempre.
Eduardo Miño es la
antítesis de “un loquito”, como también
lo demuestra el sacrificio de Mohammed Bouazizi (*3), quien
se inmoló a lo bonzo en Túnez, en enero de 2011.
Tras catorce días de agonía, su ejemplo encendió
la revolución que todavía agita a Egipto, Siria,
Libia, Tunez y otros países árabes.
N1.
Parte de una de las conclusiones a que llega Vitángelo
Moscarda, al comenzar la novela “Uno, ninguno y cien
mil”
N2. Título de
una obra del filósofo Fernando Savater
N3.Tariq Tayyib Mohammed
Bouazizi, conocido como Mohammed Bouazizi llamado "padre
de la Revolución tunecina" y, posteriormente,
de toda la franja norte de África, fue un joven tunecino,
vendedor ambulante, que se suicidó quemándose
a lo bonzo públicamente en protesta por las condiciones
económicas y el trato recibido por la policía.
Su inmolación desató la revuelta popular de
2010 y 2011, que provocó la huida del dictador Zine
El Abidine Ben Ali.
Antonio
García V. (a) Darío Varela
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