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MALOS OLORES EN CHILE.

Antonio García V. 08.01.2013


El diputado socialista Juan Luis Castro invita a terminar con los malos olores de Chile (El Mostrador, 07.01.2013).
Comienza por disculparse por no haber hecho nada ante los abusos de las Isapres. Le echa la culpa de ello a la derecha, la que habría negado sus votos a iniciativas al respecto.
Afirma que la tarea de los legisladores se reduce a “hacer buenas leyes”. Olvida que los diputados como él tienen además obligación de fiscalizar.
Si le faltaron los votos de la derecha para sacar adelante una reforma al sistema de Isapres (que nunca se presentó), no necesita los votos de nadie para fiscalizar a las Isapres que violan la ley con los contratos de trabajo de sus empleados, con las “listas negras”, con las inversiones en negocios de salud, con los carteles de precios, con las discriminaciones, etc.
Los ilicitos en que incurren las Isapres no bastan para que Castro haga algo al respecto. Solo se lava las manos, actitid muy médica.
Castro también afirma que parte del mal olor que aqueja a Chile proviene de la falta de justicia.
¿Qué ha hecho por conseguir justicia para Daniel Figueroa, asesinado por los hombres de Ricardo Lagos hace ya diez años? Secuestro, tortura, descuartizamiento, encubrimiento. Un crimen de lesa humanidad “hecho en democracia”.
Nadie dijo nada cuando asesinaron a Figueroa, ningún médico alegó cuando le imputaron ser un suicida que se descuartizó por sí mismo, ningún caballero andante salió en su defensa cuando la muy honorable (ella sí es honorable) magistrada Cevesich fue amonestada por intentar averiguar cómo iba el juicio para determinar quiénes asesinaron a su testigo principal, ningún político detectó malos olores cuando dejaron sin castigo a los inculpados por los papeles de Figueroa.
Los asesinos y encubridores del “Caso Figueroa” están vivos, siguen enquistados en el poder, contaminan la política de Chile. Sin embargo los diputados como Castro miran a un lado, buscan otra justicia.
Hoy, poco antes del asesinato de los Luschinger, fue indultado Miguel Jara, carabinero que asesinó por la espalda a Jaime Mendoza Collío, joven comunero mapuche. Jara ni siquiera ha sido suspendido de sus funciones. El silencio de los diputados ante el asesinato de Mendoza constituye una grave contribución a los malos olores y al desprecio del mapuche por la justicia de Chile.
Tampoco es aceptable que los que denuncian malos olores permitan que se culpe a la etnia mapuche, a toda ella, en flagrante discriminación racial, del incendio en que murieron los Luschinger. En este caso, como en cualquier otro, es necesario investigar y hacer justicia con respeto a los derechos humanos y al imperio de la ley. De una ley igual para todos. De la ley simple y no de la ley antiterrorista. De esa ley que no le aplican a Lagos, a Longueira, a Insulza por el encubrimiento del caso Figueroa.
Castro pide justicia mientras vive rodeado de culpables, discriminación y abusos y no hace nada al respecto a pesar de tener la obligación de hacerlo, y a pesar de que cada mes cobra por hacerlo.
Castro se refiere a la "arrogancia de la Concertación", después que luchó para imponer como candidato presidencial a Eduardo Frei, símbolo máximo del continuismo por encima de todo. Símbolo inequívoco de la determinacion de poner en cada cargo al que les conviene poner y no al que el país necesita.
Y hoy Castro se esmera en vender la idea de que Bachelet esta vez no aprobará termoléctricas contaminantes, ni concederá permisos ilegales ni dejará abandonados a su suerte a aquéllos cuya vida depende del coraje y el liderazgo de las autoridades que saben a tiempo cuando existe grave riesgo de tsunami.
En homenaje a las victimas mortales de su incapacidad y en reconocimiento de su excesiva disposición a ser seducida por el loby de los saqueadores de Chile, Bachelet debe renunciar a su candidatura. Y quienes pretenden terminar con los malos olores deben buscar líderes que no estén contaminados por la ley de pesca ni por HydroAysén, que no estén subordinados a las Isapres, las AFP, el retail o el cobre. Que tengan las manos limpias de sangre y corrupción.
Lo único sincero del discurso de Castro es su afirmación de que no hay “peor castigo para una coalición política que perder el gobierno”.
Y ese es justamente el problema.
Lo peor para muchos políticos no es su propio fracaso, no es el abandono de sus obligaciones, no es haber mantenido el binominal, la constitucion de Pinochet, el sistema de Isapres y de AFP, el cobre y los servicios públicos privatizados y exentos de impuestos, los perdonazos tributarios a los ricos y la inclemencia tributaria para con las grandes mayorías. No es, en resumen, no haber hecho nada excepto cobrar y profitar. Lo peor para ellos es haber perdido el poder, la teta, la posibilidad de mamar.
Esa es su gran contribución a los malos olores.
Esa es la razon por la que deben salir del Congreso como los cerdos, de Freirina.


 

Antonio García V. (a) Darío Varela