LA
CORTEZA POLITICA
Antonio
García V. 04.08.2013
Para
preservar sus vicios, la Democracia Secuestrada necesita de
la Corteza Política: una capa dura, casi impermeable,
ojalá homogénea de organizaciones y actores
que permitan que el magma, el fuego, el movimiento incesante
del sentir, padecer y pretender ciudadano esté confinado,
se mantenga bajo control, solo exista debajo de esa Corteza
y solo tenga salida a través de la erupción
de uno que otro volcán, que no vaya más allá
de perturbar algunos vuelos o de inundar temporalmente algunos
predios.
Los ciudadanos
deben encontrar la forma de conseguir que esa capa sea cada
día más delgada, más frágil, menos
impermeable, porque la Corteza Política se interpone
entre el ciudadano y el firmamento de sus aspiraciones, lo
aleja de las tierras y los mares que pueden satisfacer sus
necesidades.
Las personas
no pueden seguir condenadas a no tener más poder que
el de golpear con débiles fuerzas esa Corteza para
que nadie las oiga.
No puede
seguir condenada a no encontrar cómo o dónde
expresar sus necesidades.
No puede
seguir bajo ese techo de hierro que asegura que la autoridad
permanezca ajena, ignore la fuerza con que destruyen al oprimido
los rigores extremos del desempleo, las pensiones insuficientes
o la falta de acceso a vivienda, salud y educación.
El ciudadano
no puede seguir bajo esa Corteza que de alguna manera inexplicable
pero casi tangible le impide desembarazarse de esos rigores.
El paso
indispensable no es aumentar la intensidad de los gritos y
los golpes si no romper
la estructura de la Corteza Política: adelgazar el
universo de atribuciones y discrecionalidades en manos de
la autoridad.
Es indispensable
poner de manifiesto los hilos que amarran y entretejen esa
Corteza, las relaciones de propiedad y los intereses entrecruzados
que la conforman y que tanto esfuerzo se hace por esconder.
Es necesario entender a tiempo cuáles son los hilos
que mueven a los actores para
cortarlos cuando la justicia y equidad lo hagan necesario.
También
es fundamental encontrar el modo de impedir que los bienes
de todos sean arrancados de ese cielo por quienes conforman
la Corteza y evitar que los oprimidos se enteren de cada despojo
cuando ya nada pueden hacer precisamente porque la Constitución,
la formulación de las reglas del juego, está
diseñada para generar esa impotencia.
Para adelgazar
esa Corteza es necesario elegir directamente a cada funcionario.
No se puede delegar en la autoridad esas designaciones que
multiplican su poder.
También
es necesario que las “grandes decisiones” sean
potestad exclusiva del soberano
No se
debe permitir que sea el propio Poder Ejecutivo quien directa
o indirectamente designe a quienes lo controlan, a quienes
lo juzgan, a quienes lo fiscalizan, a quienes interpretan
la Constitución, a quienes defienden los intereses
de la ciudadanía, a las autoridades regionales.
Estas
designaciones deben ser hechas por la ciudadanía mediante
elección directa.
También
debe despojarse al Poder Ejecutivo del derecho a otorgar prebendas
como la designación de directores de las Empresas del
Estado. Estos deben ser elegidos por los ciudadanos.
Así
como en las sociedades anónimas la asamblea de sus
propietarios, los accionistas, designa a los directores, en
las empresas del Estado también debe ser su propietario,
todos los ciudadanos, quién lo hace.
Mientras
más cargos se elijan habrá más democracia
y será mas delgada la Corteza Política.
Por otra
parte, la Corteza se resquebraja más considerablemente,
es más sensible y permeable mientras mayor es la fluidez
con que la ciudadanía puede destituir a los funcionarios
que ha elegido, a los que han sido designados por la autoridad
y a la propia autoridad.
Y mientras
más independencia tenga el Poder Judicial, lo que le
permite reducir la impunidad y con ello la corrupción.
UNA DEMOCRACIA
BIEN DEFINIDA
Romper
la “corteza política” exige una mejor definición
de la democracia, aumentar el nivel de exigencia, el conjunto
de patrones que permite afirmar que un sistema de gobierno
es en efecto democrático, que los derechos ciudadanos
son ejercidos por éstos y que sus intereses son respetados.
Requiere
crear condiciones para que los ciudadanos dejen de pensar
que es imposible que las cosas sean como ellos quieren y dejen
de resignase a permitir que sean a capricho de quienes detentan
el poder.
Exige
pasar desde una casi completa delegación de la soberanía
mediante poderes que no se pueden modificar ni dejar sin efecto,
a un sistema de gobierno en el que existen asuntos que no
son delegables y con respecto a los cuales el papel de la
autoridad no es sustituir a los ciudadanos si no, por el contrario,
consultar al soberano cómo actuar.
Y debe
hacerlo mediante consultas formales a los que en estos textos
se les llama genéricamente “plebiscitos”.
Antonio
García V. (a) Darío Varela
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