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PARO HASTA EL TRIUNFO. EL EJEMPLO DE PANAMA.
Antonio García V. 17.11.2012

En estos tiempos de protesta contra gobiernos que sacrifican a la población en los altares de la banca, Panamá ha demostrado la fuerza incontrarrestable de un Paro que cumple las condiciones indispensables para el éxito.

El 18 de octubre de 2012, la Asamblea Nacional de Diputados de Panamá aprobó la “Ley 72” para permitir la venta de las tierras de la nación que ocupa la Zona Libre de Colón (ZLC), la mayor zona franca de América y la segunda del mundo, que movió 29 mil millones de dólares en 2011 y que da empleo a 30.000 personas, la mayor parte afrodescendientes que reciben sueldos miserables.

El 19 de Octubre, el Presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, promulgó la Ley 72. Ese mismo día la población de Colón salió a las calles y fue reprimida a sangre y fuego. Entre los muertos se contaba un chico de 9 años. Martinelli pretendía repetir la experiencia de 2010, cuando tras promulgar la “ley chorizo” enfrentó protestas durante cuatro meses que segaron la vida de nueve ciudadanos, para finalmente negociar un acuerdo que convirtió ese esperpento legal en un paquete de seis leyes escasamente aceptables.

El 20 de octubre, la población de Colon acordó dos días de paro general: el 21 y 22. Ya el 21 la represión policial incluía allanamientos, redadas, disparos dentro de las iglesias, tortura y discriminación racial.

El 23 de Octubre, el Frente Amplio por Colón, al que se había sumado incluso la Cámara de Comercio, condicionó cualquier negociación con el Gobierno a la derogación de la Ley 72 y decidió prorrogar el Paro. Los apoyos brotaban en diversos sectores de la sociedad y localidades del país.

El miércoles 24 de Octubre, de viaje a Japón y Vietnam, el presidente Martinelli anunció por twitter que no se venderían tierras en la Zona Libre. El Gobierno jugaba así a la ambigüedad: proponía mantener la Ley pero se comprometía a no vender las tierras. Su apuesta aumentó el repudio e hizo que indígenas y otros sectores se sumaran a la movilización mientras "una multitudinaria marcha solidaria avanzaba hacia la capital".

El 25 de octubre, la ciudad de Colón, agotada, amaneció en calma aunque siempre en Paro. En el resto del país “organizaciones urbanas e indígenas tomaron el testigo de la indignación” en contra del Gobierno.

El 26 de octubre, ante los graves saqueos y disturbios que vivía el país en general y especialmente la ciudad capital, el Gobierno dio trámite de urgencia a la derogación de la Ley 72, que finalmente fue derogada el primero de Noviembre.

Doce días de lucha fueron suficientes para que el pueblo hiciera ejercicio de la soberanía. Con ello impuso sus deseos e hizo que fueran atendidos de inmediato.

¿Cuáles son las condiciones necesarias para que un paro permita ejercer la soberanía?

Primero: debe tener un solo objetivo único, claro y preciso, que concite el apoyo de la inmensa mayoría. Las reivindicaciones siempre son muchas porque los oprimidos sufren un sinnúmero de abusos: no tienen empleo, les pagan mal, los echan del trabajo, les niegan el derecho a salud y educación, les secuestran el ahorro previsional, los sacan de su vivienda, los obligan a pagar lo que se han robado los banqueros (que no son los bancos si no los banqueros quienes lo han robado) y además deben ser testigos de que esos banqueros no son castigados, ganan fortunas y hacen ostentación de la corrupción en que se encharcan, la impunidad de la que gozan, la desvergüenza con que se roban unos a otros, la codicia que los corroe y su desprecio por la vida y los bienes de aquéllos que se han visto obligados a dejar de comer para pagarles sus cuentas.
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Si se sale a la calle por cinco o diez reivindicaciones se corre la suerte de la “ley chorizo” que afectaba a los sindicatos y al medio ambiente y procuraba impunidad a los polícías, todas razones muy buenas para ir a un paro, pero muchas y muy diversas para darle el poder de penetración y la claridad de objetivo que son indispensables para alcanzar el triunfo.

Segundo: el Paro debe dejar en claro que no habrá negociación. Si lo que se quiere es terminar con los desahucios y devolver las viviendas a quienes han sido despojados de ellas, el Paro se mantendrá hasta que se firme la ley que así lo establezca y lo haga de inmediato, sin condiciones ni letra pequeña.
Los parados deben mostrar esa clara determinación: no habrá negociación. Lo que se exigió el día que se decidió tomar la calle se hará sin excepción ni demora, porque la soberanía reside en el pueblo.
Después de esa demostración de fuerza, una vez conseguido el éxito en el primer Paro, se podrá conversar con el gobierno acerca de otras reivindicaciones. No de todas ellas. Solo de las que se consideran más urgentes e importantes y que concitan mayor unanimidad. Y se establecerá el programa para la atención de éstas. Y si pasado un tiempo, es menester un nuevo Paro, éste debe ser por una sola reivindicación y con la determinación de mantener la posición hasta el éxito definitivo, sin negociación.

Tercero: El Paro debe ser ejemplo de determinación y de coraje, de solidaridad y sacrificio, de sinceridad y desinterés, para que aquéllos que en los primeros días no salieron, no se sumaron, sientan que su empatía e indignación crecen incontenibles y los empuja sin remedio a tomar la calle y las banderas.

Cuarto: el Paro debe tener testigos, fotos, videos en youtube, pictuits, tuits, artículos en la red. Debe robarse las portadas y ser pancarteado y grafiteado profusamente. Debe acudir a todos los recursos teatrales y mediáticos posibles. Debe ser documentado a cada hora y en cada lugar para que nadie pueda ser ajeno a él, para que el esfuerzo del gobierno por subestimarlo, por disminuirlo, por relativizarlo, por esconderlo y acallarlo se vea siempre frustrado.

Quienes convocan a grandes actos de protesta deben tener presente que los paros suponen un inmenso sacrificio para quienes participan en él.

Es necesario que cada Paro no sea una simple protesta si no la expresión de la determinación irrevocable de hacer realidad un objetivo especifico claramente formulado.

Esto, entre otras cosas, permitirá demostrar que el paro fue un éxito no solo por su alta asistencia o participación si no muy especialmente porque el sacrificio rindió el fruto esperado y la ciudadanía pudo mostrar la incontestable magnitud de su poder.

Finalmente el Paro no debe ser por un día, ni por dos. Debe ser hasta alcanzar el objetivo.

 

Antonio García Varela (a) Darío Varela